A las 8 de la mañana en el Parque Explora, se armó la fiesta.
Junto a la caseta de los Servicios Médicos, frente al lago, una clase de zumba atrajo a cerca de 80 señoras y señores para ejercitarse mientras bailaban.
El viernes pasado, minutos antes de iniciar, los alumnos frecuentes apartaron su lugar con toallas y botellas de agua, mientras que el maestro a quien llaman Jaime, instaló su bocina sobre una plataforma que cada clase se convierte en su escenario para quedar a la vista de todas y todos.
Los nuevos tomaron la fila de atrás y las orillas, incluso uno de los pasillos escondidos cuyos arbustos tapan la vista, sirvieron de refugio para los tímidos.
El público era variado, pero el 90% lo integraban mujeres y un 70% tenían más de 60 años.
Todos vestían ropa deportiva, excepto dos señoras: una más producida con falda larga, botines, el cabello suelto y diadema; mientras que otra usaba pantalón de vestir, zapatos y suéter. Esta última parecía haber hecho una pausa antes de llegar al trabajo.
El calentamiento arrancó al ritmo de reguetón. Un señor de unos 70 años y cabello teñido intentaba mover los hombros y alcanzar el nivel de “perreo” algo entumido, le añadía un toque gracioso a su contoneo.
El instructor soltó un “¿Cómo están?” pero ante el debilucho “Bien” que le respondió el público desmañanado, reclamó con un “¡Ay, nada más contestaron 40 de 80!”.
Para la tercera canción se oyó “Meneaaa tu chapaaa, tu chapa, tu chapa” entre una mezcla de banda y reguetón.
Vuelta rápida para un lado, para el otro, agachadito, otra vez, “échale”, se oía mientras los presentes, intentaban espejear los movimientos rápidos, en perfecto compás y soltura del maestro.
Luego el repertorio versátil transitó de “Falsas esperanzas” de Cristina Aguilera, hasta “Dos mujeres un camino” de Laura León, canción que encendió un alarido potente ante el “¿Ya se cansaron?” del coach.
En ese momento se veían más de una docena de mejillas rojas de la audiencia y varios pausaban para hidratarse.
“Todas las solteras van a cantar”, indicó Jaime, así que se escuchó parejo “Dos mujere-e-e-e-s compartiendo el mismo hombre, el mismo amo-o-o-o-r”, entonada con el despecho digno de una posesión de La Tesorito.
Luego invitó a dar una “vueltecita sexy” acompañado de un “entre más lo agachas, más grande”, lo que arrancó carcajadas de los pupilos.
En ratos, Jaime de pants gris, playera y tenis blanquísimos, alternaba el micrófono para cantar con su voz ronca e invitar a la gente a bailar de martes a sábado a las 8 de la mañana. De paso hizo un comercial de su show Atrapado en los 80´s.
Su publicidad le dio más sentido a sus pasitos de baile que hacían recordar al rap de los 90´s, intercalando los pies rápido hacia el frente con los brazos empujando hacia atrás.
Varias mujeres se incorporaron a la coreografía colectiva con pasos lentos y sonrisas nerviosas que con el transcurso de los minutos cambiaban por un ruidoso “¡Wuuu!”, en réplica al profesor que pedía “¡Un grito!”
Aunque ya se percibía el ambiente tipo discoteque de los años 70´s, tocó bajarle al ritmo cardiaco con “Como es posible que a mi lado” de Luis Miguel, momento en que pidió estirar y suspender una pierna en el aire mientras bromeaba con un “la que no se sostiene es porque tiene problemas maritales”. El comentario ocasionó el desequilibrio de varias señoras para reírse plantadas en los dos pies.
Le siguieron salsa, merengue, pop y bachata, parte en la que varios optaron por sólo observar la manera en que el maestro sacudía la cadera de un lado a otro con sensualidad.
La Macarena remató el ambiente que parecía juerga familiar “Hagan de cuenta que están en los 15 años de Rubí”, dijo. En ese lapso una edecán pasó con un bote de plástico en mano a recabar la cooperación voluntaria.
La clase de 50 minutos cerró con “Culpable o no”, otra vez del Sol de México.
Mientras estiraba, el grupo de zumba ya tenía público, entre ellos un par de jardineros del Parque que intercambiaban sonrisas y miraban fijamente la escena.
Un papá y su niño de unos 8 años observaban instalados frente al lugar en primera fila.
Jaime agradeció a sus alumnos mientras las toallas y las botellas de agua entraron en acción.
La “fiesta” terminó pasadas las 9 de la mañana con chorros de sudor y muchas risas por culpa de un perreo matutino a cargo de un instructor que en cuestión de minutos le cambió el humor a casi un centenar de personas.