Este martes fue el cierre de campaña del candidato de las izquierdas por las tierras de Guanajuato, en el que la audiencia hizo lucir hasta cierto punto llena la escalinata de la alhóndiga de Granaditas, adornándola con los vivos colores de su identidad. Banderas de los tres partidos en la coalición y por todos lados paraguas rojos y amarillos para el macizo sol que pegaba al mediodía.

Mientras las señoras buscaban una sombrita y los contingentes que llegaban iban encontrando dónde acomodarse, los altavoces y la pantalla recetaban los grandes hits de Andrés Manuel para que bailara la banda, que lo que quería era que el Peje ya llegara.

Finalmente lo hizo, y pudo abrirse paso hasta el templete escoltado por aplausos y muestras de apoyo. López Obrador subió y saludó a Guanajuato y viceversa lo saludó a él. Con el hablar pausado que todos esperan con morbo, sin comerse casi ninguna ese -hasta eso- el Peje vino a darles confianza y transmitir entusiasmo a sus seguidores, hablando de todo eso que ya sabemos porque antes ya lo dijo, pero que de todos modos es lo que vinieron todos a oir.

Si logró convencer y prender la mecha de sus seguidores y del montón de curiosos que también lo fue a ver, es cosa de cada quien. Lo que sí es que AMLO vino y se fue, pero dejó tras de sí unas nubes cargadas. Y al fin llovió, duro y bien. Todos dijeron “¡Qué bueno!” y corrieron a cubrirse.