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SANTO CONTRA BLUE DEMON

Dicen que hasta en los perros hay razas y de ello no es ajena la escena del cine comercial mexicano. Porque resulta que en el cine de los luchadores enmascarados (también los hubo quienes mostraban la jeta sin pudor ni recato) está claramente dividido el universo entre los clásicos de primera división (Santo, Blue Demon y Mil Máscaras) y el resto de nivel más bien rascuache; entre los más destacados; Tinieblas, Superzan, La Sombra Vengadora, Rayo de Jalisco y demás. Actualmente, son dos películas las que se disputan el lugar sagrado del Partenón genérico, curiosamente, ambas protagonizadas por el enmascarado de plata y su más fuerte contendiente llamado Blue Demon.

Otra de las películas memorables en toda la historia del género a lo largo de más de tres décadas de permanencia en el gusto del público juvenil con escasa instrucción escolar; es realmente un bocado de cardenal, gracias a sus excesos y humor involuntario. Al respecto, conviene citar a Norma Lazo a través de un ensayo dedicado a las dos formas más populares de la creación fantástica especializada en el horror; o sea, cine y literatura, y nos dice acerca de la película de marras* “Otra aventura del Santo digna de atesorarse es Santo y Blue Demon contra los Monstruos. Los malos en cuestión no son sino disfraces de plásticos mal hechos y con pésimos acabados. En esta ocasión, el vampiro llega directamente de Transilvania vistiendo la moda casual de un conde de la Europa del siglo XIX en las calles del Distrito Federal; por supuesto, pasa inadvertido. También está la momia que, lejos de ayudar a sus camaradas, nada más les estorba. No podía faltar el hombre lobo que hace tropelías con y sin luna llena, ignorando la parte más esencial de su mito. Un Frankenstein que se une a la inutilidad decorativa y columpiante de la momia. Y, por último, un cíclope extraído de la mitología griega –para que vean que todo mito cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar-, que lanza fuego por su único ojo. Si estos malévolos personajes no son suficientes, el guionista añade cuatro zombis y un científico criminal –resucitado por un enano- que construirá un doble malévolo de Blue Demon para enfrentar al Santo”…

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El enano menospreciado se llama Waldo (el ídem Santanón), tiene una mórbida inclinación por la medicina forense -reprimida por el mad doctor- la cual intenta aplicar para abrir en canal al incompetente de Blue Demon; el científico Bruno Halder es interpretado con enjundia chiflada por Carlitos Ancira; Vicente Lara de apodo más conocido entre la selecta multitud mexicana como Cacama, con pelos de presidiario y colmillos de plástico aparenta ser el hombre lobo de la extinta raza mesoamericana más rascuachemente posible y por increíble que pudiera parecer, esta fisonomía fue calcada por Jack Nicholson y Mike Nichols para su soporífera Lobo (Wolf. 1994); el clon malvado de Blue Demon fue interpretado por su amigo Alejandro Cruz mejor conocido como Black Shadow, luchador nacido en la ciudad de León, Guanajuato, ni más ni menos.

Y finalmente las tropelías a las que se refiere la investigadora y guionista mexicana solamente se sujetan a interrumpir de mala manera, el sueño de la femme protagonista para que enseñe los calzones, la tranquilidad hogareña del hermano honorable de Bruno de nombre Otto (Jorge Rado) y clausurar a modo de razzia los espectáculos de cabaret de baja estofa, una cortesía gracias al relleno protagonizado por Adalberto Martínez Resortes; desocupación masiva y galopante que el regente de hierro capitalino Ernesto P. Uruchurtu hubiera aprobado con risueña satisfacción. Y más de tres o cuatro espectadores si este artero atentado contra la continuidad del relato nos hubiera impedido observar completas

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En el presente filme, la dualidad malvada de Blue Demon procede de la duplicación científica, cierto grado de hipnosis e infusión farmacéutica intravenosa; pero a semejanza con dos filmes anteriores (Santo y Blue Demon en la Atlántida y El Mundo de los Muertos), sugiriendo una probable causa genética. Y si Santo es capaz de enfrentar a colosal chusma de aberraciones de la naturaleza; otra vez a Blue Demon se le concede cierto grado de inmunidad patibularia, invulnerabilidad y carencia moral, pues sus acciones están regidas por una absoluta falta de libre albedrío.

Santo y Blue Demon contra los Monstruos también es una de las pocas donde se le permite al enmascarado de plata tener un devaneo en una improbable noche americana con la guapa actriz Hedy Blue; affaire interrumpido por la banda de mitos literarios, zombis y colados con un escaso respeto por el derecho de los terceros al flirteo romántico y menos consideración por los ejes de acción del marco cinematográfico; crimen contra el “academicismo formal” del filme que, estoy seguro, desquiciarían al editor que zurció como pudo este pastiche.

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No está demás mencionar que dos de las criaturas ya habían tenido una presencia secundaria en un filme del popular Piporro (La nave de los monstruos. Rogelio A. González. 1959) y fueron recicladas para subrayar el desafío que afrontaron los luchadores: El citado cíclope de morfología animal con textura plástica (derrotado en su primer enfrentamiento contra Santo con un cicatero palo de mezquite) y un enano alienígena de enorme cráneo con exposición cerebral que nomás funge como elemento decorativo. Entonces, debemos suponer, en vista de esta inesperada resurrección, que la técnica de fumigación y exterminio utilizada por don Eulalio González no fue lo suficientemente efectiva…

Toda esta comunidad freak reanimada por la imaginería de la fusión científica con “prácticas ocultas” exiguamente expuestas que personalmente me hicieron especular que los convertirían en seres invencibles ipso facto, profesan una franca repugnancia disimulada de fragilidad por la simbología cristiana (Deux ex machina), ya que emprenden la graciosa huida en cuanto perciben la presencia de la utilería al respecto. Santo, como es fácil de deducir, rescata a su compañero y entre ambos destruyen la madriguera aniquilando a los esbirros de Bruno Halder con procedimientos y maquinaria más apropiados para caballeros de la edad media que para refinados superhéroes del siglo XX: antorchas, estacas de madera clavadas al pecho, un látigo de guerra medieval supuestamente de metal incapaz de herir con contundencia al rival en turno, léase el célebre Cíclope; para finalizar con fuego, mucho fuego. A la hora de demoler la parafernalia pseudocientífica y demoníaca, estos cruzados católicos no se tientan el corazón. El mismo García Riera finaliza su comentario asegurando que el pastiche contiene las secuencias de combate deportivo (entre Santo y otro luchador ahí mencionado como el vampiro) mejor montadas en el género a tal punto que produce la grata impresión de que realmente se están ocasionando daño físico ¿intrigante, no?

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Nunca más la industria nacional volvería a enfrentar en una nueva aventura a los dos protagonistas más significativos de la lucha libre mexicana. En revancha por los agravios cometidos a su personaje en la trilogía mencionada, el destino recompensaría a Blue Demon -en compañía de Mil Máscaras- arrebatándole el estelar a Santo en la película más celebrada, famosa y taquillera en la historia del género: Las Momias de Guanajuato (1970), y en cambalache, muchos años después; volvería el sagrado triunvirato a compartir cartel en el filme que marcaría de manera evidente el inicio del declive del género: Misterio en las Bermudas donde significativamente, los luchadores son tragados por el mar y ascendidos a la categoría de mito. Nada mal por ellos…

Santo y Blue Demon contra los Monstruos/ D: Gilberto Martínez Solares/ G: Rafael García Travesi y Jesús Sotomayor/ F en C: Raúl Martínez Solares/ E: José W. Bustos/ M: Gustavo César Carreón/ Con: Santo, Blue Demon, Hedi Blue, Jorge Rado, Carlos Ancira, Santanón, Vicente Lara y Manuel Leal/ P: Cinematográfica Sotomayor, S.A. México. 1970.

*El horror en el cine y en la literatura. Croma Paidos. Primera Edición 2004. Pág. 109

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