SALÓ, O LOS 120 DÍAS DE SODOMA (1975).
Tenía que pasar, tarde o temprano tenía que encontrarme con Saló… y lo recuerdo muy bien.
La película se asomó por mi vida cuando de niño leí un artículo de Quo -lectura de cabecera en la familia- sobre películas violentas, entre las que aparecían siempre me llamaron la atención dos en particular: la primera era sobre una familia vulgar, nunca olvidé esa imagen de una mujer travesti y gorda llamada “Divine”, pero nada se comparaba con la imagen que tenía Saló, en ella aparecía un joven con la lengua a punto de ser arrancada, y su expresión de terror era auténtica, nunca había visto algo parecido, esa imagen era capaz de hacer surgir un dolor fantasma por tu propia lengua.
A partir de ese entonces me dediqué a buscar información sobre Saló. IMDB en ese entonces me nutrió de datos curiosos, entre ellos la información fatalista: esa película era prohibida, poca gente la habría visto en estos tiempos y era poco posible de que uno la viera, no es como si llegaras a tu Blockbuster predilecto a pedirla, aunque el de mi casa tenía Videodrome (David Cronenberg, 1983) en edición Criterion, amén de cómo consiguieron esa copia.
La oportunidad se presentó cuando encontré un local de “cine de arte”, término que nunca me ha gustado pero que no le puedo negar las puertas que me abrieron a un gran número de películas… y ahí estaba: Saló. Me sentía especial por haberla obtenido, y obviamente culpable de tener en mis manos algo “ilegal”. Realicé un plan para poder verla y un día simulé estar enfermo para poder apreciarla. Así es, me hice pasar por enfermo para ver una película.
La puse y mi gran sorpresa es que la misión no sería fácil, no por el hecho de que fuese complicada, sino que mi dvd cuyas medidas harían palidecer a una videocasetera y un laserdisc fusionados, al parecer se rehusaba a reproducir la película de a menos de que se tratara en sus condiciones, en blanco y negro y recortada -hasta este día sigo pensando que se puede ver en blanco y negro y le da otra dimensión interesante- así que en vez de verla frente al sistema de teatro en casa e incapaz de por lo menos apreciarla como se debía en un hogar, me rehusé a verla en la computadora… y al igual que todos, dije “meh”.
Mi fascinación por la leyenda mató por completo la realidad ¿cuántos de nosotros no hemos buscado Saló por verla en conteos, listas o meramente por saber de su horripilante calidad e infamia? es obvio que al verla nuestra idea de encontrarnos con la película más grotesca de la historia contrasta mucho y la desdeñamos por lo que no es. Eso pasa y pasará, y está bien, después de todo el acercamiento principal de los cinéfilos hacia Saló nunca deja de ser en esa etapa de descubrimiento y exploración cinematográfica, pero es triste pensar que ahí queda… pensar que una película tiene injustamente el mismo factor de repulsión que aquellos videos de coprofilia y asco que rondan por internet.
Cuatro hombres poderosos (el Duque, el Presidente, el Arzobispo, y el Magistrado) se encuentran en Saló durante la Italia fascista de 1944. Estos hombres son poderosos, y deciden llevar a cabo un ritual para satisfacer sus deseos y perversiones. Lo primero que hacen es casarse con sus respectivas hijas a pesar de los reclamos de estas, después secuestrarán varios jóvenes para que estén a sus servicios, luego otros más que son elegidos por cada uno de los miembros del club, todo a fin de que sean objeto de sus pasiones prohibidas. Llevan a todo este grupo a una mansión alejada de todo, donde transcurren los días de festín, de escuchar a 3 prostitutas hablar de sus peripecias sexuales y todo esto para alimentar su creatividad y dar rienda suelta a lo más oscuro de su alma.
Saló no es fácil de ver, es una película donde nos sentimos impotentes ante la idea de que no exista bondad alguna. Los cuatro sujetos son unos degenerados, sin embargo nunca dejan sus papeles de poder, hablando siempre de una manera formal entre ellos y manejando una visión retorcida de política y filosofía, todo esto mientras los jóvenes son presa de sus devaneos sexuales. Es innegable el poder de asqueo y depresión que puede causar la película pues nunca reciben su merecido, es inmundo, pero esa es la decisión de Pasolini.
Detrás de tanta tortura y situación grotesca, se esconde una fuerte crítica y situación del director.
La intención de la crudeza del filme siempre fue la de representar el poder, y el cómo este corrompe a las personas; el sexo a diferencia de sus otras películas no está representado de una manera cómica y de exploración, olvida los elementos sexuales de una pareja y simplemente es un cuerpo más donde se descarga una ira y siempre de manera desganada.
Uno debería de preguntarse, el por qué Pasolini decidiera hacer una película de semejante magnitud, la cual representa un escupitajo al sistema y el abuso del gobierno de una Italia que se a falta de otro término se hacía la pendeja en su participación con en la segunda guerra mundial. Hay una clara connotación depresiva de un hombre decidido a presentar una visión desoladora de las cosas en una trilogía que nunca cumplió, el italiano no creía ya en nada, ni en el sistema, ni en la técnica fílmica, y estaba harto del conformismo humano, no había esperanza en su lenguaje fílmico, ni en su vida.
Y todos sabemos que este fue su último proyecto, antes de ser asesinado brutalmente y rodeado de misterio; la película y su depresivo ambiente fomentado por una aguda crítica llegaría a los oídos de personas incómodas, o fue el cúmulo de muchos de los ideales que Pasolini mantuvo en vida, nunca lo sabremos pero eso sólo alimenta la leyenda y la idea de un director que falleció por su arte.
Como podrán notar, se invierte mucho en el tema de la controversia y visión del director a la hora de hablar de Saló, ocasionalmente omitiendo otros aspectos que bien habría que resaltar.
Porque hay atisbos de belleza en la imagen de esta; Pasolini trabajó con Tonino Delli Colli, su confidente visual en la mayoría de sus proyectos. Saló tiene encuadres bellísimos, ninguna captura o imagen le hace justicia, es algo que desgraciadamente se tiene que ver, llena de puntos de fuga que nos venden la idea de que los lugares son más grandes de lo que parecen, a eso hay que agregar la simetría de las tomas y que entre cortes de toma se mantiene esto, y el uso de espejos y puertas siempre abiertas que nos remiten a un laberinto complejo como sólo puede ser la mente humana.
Resulta curioso no mencionar el trabajo musical de Ennio Morricone pues es casi inexistente, salvo el tema de los títulos principales y la música de piano que acompaña a las prostitutas. Dicen las malas lenguas que el maestro Morricone nunca pudo trabajar agusto en el proyecto y de ahí la falta de música, cosa que en realidad le ayuda. A menos de que sea incidental, lo que escuchamos generalmente es la nada, y unas tormentas que suceden afuera de la mansión, dándonos a entender que sí, todos están jodidos.
Saló es de mis películas favoritas, de esas que de manera paradójica veo con mucha reserva. Es muy difícil apreciarla y aún así puede ganarse mi repudio, pero respeto lo que representa y que fue una bienvenida agresiva al trabajo de Pasolini. No dudo que haya más personas que piensen lo mismo, y como recomendación a todos esos incautos que tienen la comezón de verla les diría lo siguiente:
Descubrir qué significa en cada uno Saló, representa un viaje individual del que eso sí, uno no sale igual.
https://www.youtube.com/watch?v=3tg9mgewZao