RENDIJA POLÍTICA; ¿DÓNDE ESTÁ EL EXCONTRALOR ALBERTO PADILLA CAMACHO?
Por Adolfo Enríquez Vanderkam
Refugiado en una cartera de su partido en el Comité Directivo Estatal, el ex -contralor panista Alberto Padilla Camacho sigue siendo señalado por propios y extraños por no haber hecho un trabajo aceptable en la fiscalización de recursos en la administración de Bárbara Botello Santibáñez.
¿Colusión? ¿Encubrimiento? ¿Confabulación para hacer negocios desde el poder? ¿Tráfico de influencias? Son muchas las interrogantes, pues es inadmisible que ante tanta corrupción perfectamente demostrada que se dio en el trienio pasado, Alberto Padilla Camacho no haya sido capaz de por lo menos denunciar, porque fue bien claro desde un principio que no era la persona indicada para ser el contralor y con fuerza ejercer el cargo, castigando a los responsables por desvíos de recursos públicos.
Impuesto por Miguel Salim Alle, candidato perdedor de la contienda del 2012, Alberto Padilla Camacho tejió una serie de relaciones con los barbaristas, a tal grado que siempre dio la impresión de protegerlos y evitarles escándalos o malos ratos ante la opinión pública, forjó una amistad muy cuestionable con los altos funcionarios como Salvador Ramírez Argote, Roberto Pesquera, Oscar Pons, José Martínez Plascencia, Martín Ortiz, Eugenio Martínez y la mismísima Bárbara Botello, con quienes acordaba que se investigaba y que no, que se ocultaba o hasta que archivo, contrato o auditoría se “perdía” o se quedaba guardada en el cajón.
¿Acaso Alberto Padilla Camacho no se dio cuenta lo que ocurría en la Dirección de Obras Públicas? No fue un secreto que para la remodelación del tramo de Malecón del Río-La Calzada el presupuesto se incrementó inexplicablemente en 500%. También es sabido y documentado que las obras de remodelación del Centro Histórico duplicaron su costo, además de los meses de retraso en ejecutarlas. Sobre precios en baños rurales, en la ampliación del bulevar Timoteo Lozano, en los paraderos del SIT, la prolongación Insurgentes sin drenaje y materiales de mala calidad en las plazas ciudadanas y en casi todas las obras que se hicieron en el gobierno del “cambio tranquilo”. Nunca dijo nada, nunca sancionó y hasta hoy nadie ha sido mandado llamar a cuentas por tan graves irregularidades,
¿No sabía Alberto Padilla Camacho lo que pasaba en Tesorería? Ahí Roberto Pesquera manejó los dineros como patrimonio personal. ¿No supo de los contratos millonarios a empresas fantasmas a las que se les pagó sin haber hecho el servicio para lo cual habían sido contratadas? ¿No se dio cuenta que en la Dirección de Servicios Generales los contratos, concesiones y licitaciones solo las ganaban los amigos de la ex-alcaldesa casi siempre con costos que duplicaban su valor real? Y hay muchos ejemplos, como los juegos para los parques públicos al doble de su precio, el arrendamiento de carros más caro que si se hubiesen comprado, la leonina concesión de la recolección de la basura, que de $89 millones anuales pasó a $220 millones, los contratos de barrido a mano al doble de su precio o la instalación de una pista de hielo que terminó costando 3 veces más de lo presupuestado.
¿Tampoco se enteró de lo que pasaba en Desarrollo Urbano, donde para tramitar un permiso en forma descarada pedían mochada? ¿No vio nunca el despilfarro en comidas, cenas, pachangas y viajes que disfrutaban los funcionarios consentidos de Bárbara Botello y ella misma? ¿No quiso ver como la nómina oficial era usada para pagar favores y dar prebendas y canonjías a los incondicionales de la ex-alcaldesa? Y qué decir de los funcionarios que armaron empresas para ofrecer capacitaciones a la administración, las decenas de parientes que Salvador Ramírez Argote metió a la nómina y que no cumplían con el perfil para el cargo. La lista de anomalías y corruptelas es larga, y Alberto Padilla nunca hizo nada.
Al único funcionario que castigó fue a Adolfo Aranda, por atreverse a promocionar su preparatoria con el logo de presidencia, castigo del cual por cierto fue exonerado por el Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Estado. No hubo nada más, eso fue todo lo que fiscalizó en lo que la mayoría de los leoneses califican como la administración más corrupta de la que se tenga memoria en la ciudad.
Y Alberto Padilla Camacho no tiene empacho de seguir su trayectoria política, pues se sabe que buscará la presidencia del Comité Directivo Municipal del PAN y de ahí buscará afanosamente ser incluido para obtener una diputación. Que descaro tan mayúsculo.
Estando como Contralor, él y su esposa compraron dos casas y dice que no cobra en el Comité Directivo Estatal ningún sueldo, pero mantiene también una oficina de lujo en la Plaza Comercial del Hotel Hotson. ¿De dónde para esos gastos? Piensen mal y acertarán, lo que sí es un hecho que como contralor fue un fracaso, se le percibe como encubridor y nunca mostró disposición para detener el robo descarado que los barbaristas hicieron de las arcas municipales. Y eso ya nadie se lo va quitar a Alberto Padilla Camacho, por más padrinos que tenga.