LA QUIMERA DE ORO
¿Recuerdan esa sensación que les provocaba la semana de vacunación en la escuela? Esa nausea de no querer ir, y ver a toda la gente formada por algo que de seguro no les va a agradar…bueno, eso es lo mismo que sentí el Lunes al ir al cine y ver tanta fila para las tortugas ninja: no me apetece verla y pues tendré que hacerlo en un momento u otro, pero yo en ese momento iba a ver una de mis películas favoritas.
Una película que, además, tendría la oportunidad de verla en el cine, oportunidades como esta son muy pocas.
De manera simple lo digo, y lo diré mil veces más: La Quimera de Oro es una película hermosa.
Chaplin (director, actor, escritor, narrados, compositor, el tipo que sirve el café y jala los cables, navaja suiza de calidad) nos presenta esta vez: La fiebre del oro del Yukón es a donde se dirige el siempre despistado Charlot (Charles Chaplin), en búsqueda de una mejor vida y el sueño que muchos hombres tuvieron al atravesar miles de kilómetros de nieve y peligro. Charlot llega a una cabaña, en la cual se hace amigo de Big Jim (Mack Swain) y es objeto de desprecio de Black Larson (Tom Murray), el dueño original de la cabaña, tras varias peripecias, los tres hombres logran sobrevivir al hambre y se separan: Big Jim y Larson en búsqueda del oro y Charlot, termina en el poblado que se acaba de construir por ahí.
Es entonces cuando el vagabundo ve en la taberna del poblado a Georgia (Georgia Hale), una hermosa bailarina, y de la cuál, queda completamente enamorado, entonces decide sorprenderla y ganarse su cariño, aunque la otra parezca que sólo le juega una broma cruel a nuestro héroe, todo para darle envidia a Jack (Malcom Waite), el galán del pueblo.
He visto la película un centenar de veces, es mi “volver al futuro” (Película cuya peculiaridad está en la de que se ha visto hasta el bodrio). La he visto desde que era un niño en la tele, con mis padres, en la escuela, en cursos…eso deja clara una cosa: El cine de Chaplin nunca ha perdido su encanto.
Todo un maestro en cuanto al ritmo de la película, sólo él puede hacer que te estés riendo como estúpido en una escena, y en segundos cambiar esas risas por un trago amargo que se te atora en la garganta y soltar una que otra lágrima por lo que vez en pantalla.
Y la comedia…oh regalo de los dioses que resulta la esta, y la comedia de Chaplin está en el punto más alto de este olimpo; es muy bien cuidada, con escenas de riesgo y golpes, movimientos exagerados y pausas que hacen el buen “slapstick”; aunado a los actores que en la época muda eran expresivos y dinámicos, uno se queda pensando si el maestro Chuck Jones habrá tomado inspiración de ello.
Y encima de todo eso, la crítica social que implementaba Chaplin es de esa que no se siente pesada, y que vemos en una primera lectura de la película; momentos como cuando se devora el zapato, la cena de navidad, la matanza del oro o el delirio del hambre son escenas inspiradas enhechos reales.
Ejemplo claro está en la mencionada escena del zapato: momento más inmundo de nuestros héroes, donde la necesidad gana y la lógica poco importa, el vagabundo empieza a comer su zapato sin asco, con un apetito voraz, y unos ojos que reflejan no el gusto, sino la desesperación; más que hacer denuncia ante estas situaciones, (escabrosas, pero nos causan risa loca) son relatadas para que no se nos olvide que esto pasó y pasa, saber que la calidad de vida humana puede ser deplorable y que debemos evitar a toda costa que alguien tenga que sufrir estas penurias.
Se acaba la película, con un final feliz narrado con melancolía por el propio Chaplin, prenden las luces y yo, maravillado…y algo triste; triste en el sentido que estas películas son meramente estampas en el colectivo popular: todos recuerdan la imagen icónica del multiusos bigotón, pero pocos han querido siquiera ver alguna película de él. En la sala hay 5 personas, caso especial para una pareja que lleva a su hija adolescente…y estoy seguro que a esas tres personas, los recuerdos de la película les acarrearán alegrías en sus vidas.
Por que eso es al final de cuentas el cine: Magia. Y la Quimera de Oro es a mi parecer una de las películas que contribuyen a demostrar, que la magia puede perdurar… para todas las generaciones por venir.