LITTLE SHOP OF HORRORS (1986).
Roger Corman a veces falla en sus decisiones. Una que quizás le ha generado pesadillas en más de una ocasión fue la de no registrar “Little Shop of Horrors” en 1960 por pensar que esta película no tendría mucha vida una vez pasada la fecha de estreno. El hombre tiende a fijarse en estos detalles para sacar provecho – como la vez que demandó a Rockstar por usar el nombre de Grand Theft Auto– entonces ¿Por qué pensó esto? No es como si la película hubiese sido un fracaso de taquilla, sólo él sabe esta desatino.
Porque a pesar de que Corman creía en que sería desechable, la película llegó a los ojos de un joven que maravillado, ansió algún día poder hacer una adaptación en estilo musical. No todos piensan lo mismo pero no todos los soñadores se llaman Howard Ashman.
El proyecto se logró hasta 1983 con un musical único en su estilo y que llamó la atención de un Hollywood que poco había escuchado de la versión de 1960. Se barajaron varios nombres para el proyecto como Spielberg y Scorsese, pero terminaría en manos de un director más competente en el ramo de la comedia, uno que tiene el infortunio de ser olvidado: Frank Oz.
La florería Mushnik se encuentra en los barrios bajos de Nueva York. Esta florería no vende nada y está en deplorable estado, a pesar del optimismo de Seymour Krelborn (Rick Moranis), quien siempre está barriendo con una sonrisa para el señor Mushnik (Vincent Gardenia) quien lo adoptó y por supuesto, todas las sonrisas que le pueda dar a Audrey (Ellen Greene) el más grande amor de su vida; está tan enamorado que ni siquiera nota el golpe que tiene en el rostro, pues Audrey sale con los peores tipos que te puedas imaginar.
La tienda está a punto de darse por vencida cuando un cliente llega a preguntar por la plantita que tiene Seymour en las manos. Él explica que es una planta que nunca había visto en algún libro y que por azares del destino compró en medio de un eclipse solar. La plantita comienza a ser tan famosa que eso atrae gente al lugar para observarla y comprar (quizás por lástima). Seymour nombra a su plantita Audrey II en honor a su musa y comienza a cuidarla en extremo porque parece que va a morir. Un día que se corta el dedo en medio de estos cuidados, la planta reacciona de manera emocionada a la sangre y Seymour se la ofrece, al día siguiente está más grande que nunca y comienza a pedir más y más sangre hasta llegar a ser enorme y comenzar a hablar…claro, demandando sangre para seguir viva.
Yo amo los musicales… demasiado. Los suelo ver con frecuencia y me emociono cuando aparece uno nuevo en la pantalla de cine -y sí, también veo los Tony– pero debo aceptar que hay una barrera que comienza a formarse entre muchos proyectos y el paso del tiempo, a esto creo que no hay un musical más vigente que “Little Shop of Horrors“. Funciona en múltiples niveles: es un homenaje a la película de 1960, funciona de manera independiente, funciona como un musical que recuerda la época clásica de la música popular americana y funciona como una comedia deliciosa dentro y fuera de sus canciones a tal grado que siempre la recomiendo independiente de la experiencia de las personas con el género que puede resultar tedioso para muchos.
Lograr una adaptación exitosa de Broadway a Hollywood es complicado, porque las sensibilidades de un medio a otro no suelen entenderse a la hora de recortar o agregar elementos, por suerte para esta película se volvió a contar con Alan Menken y Howard Ashman quienes realizan una versión a la que no le falta nada, incluso en el momento de tener que reestructurar el final lograron un material que no se siente presionado y que logra el traslado.
A eso le agregamos la capacidad de Frank Oz de conseguir comedia en múltiples ángulos. Esto no suele ser apreciado por muchos, pero Oz consigue que la película funcione en gags simples, grotescos, y en las actuaciones de gran rango sea en cameos o entre los personajes principales.
Es una pena que Rick Moranis decidiera abandonar el campo de la actuación, un campo en el siempre fue agraciado. En Seymour queremos ver sobresalir a este perdedor, conseguir a la chica y sobrevivir a pesar de que termina siendo cómplice de una planta asesina y ninguneado por todos. La mayoría del tiempo sus canciones son exposiciones de lo mucho que se siente rechazado y que no es mal tipo, y logra una excelente química con Ellen Greene.
Quien no fue la primera decisión del estudio para que interpretar a Audrey, ellos querían a Cindy Lauper, y qué bueno que intercediera Oz en este apartado porque ELLA es Audrey. Una mujer torpe y rubia, con vestimentas que siempre hacen sobresalir sus senos y el tono de voz de una copia de Betty Boop, que es ahí en donde recae la verdadera magia y comedia de su personaje, pues al cantar termina por abandonar este tono y adquiere uno bellísimo, para después ser esa Audrey que tiene fascinado a Seymour.
El hecho de que transcurra por culpa de una planta es parte de su esencia como algo tan estúpido pero maravilloso, y Audrey II es un gran logro como personaje y a nivel técnico. Es un bastardo -¿o bastarda?- que miente por la necesidad de querer crecer más y más, aprovechándose de la timidez de Seymour como todos pero “plantándose” como su mejor y único amigo. La forma de hablar de Levi Stubbs es única porque trasgrede los géneros posibles, sonando como una mujer gorda o como un vendedor hábil de la época, y esta voz rápida está tan bien sincronizada con un animatronic que no se mueve de manera estúpida y que, aunque careza de ojos es bastante expresiva con el movimiento de sus labios carnosos.
Little Shop of Horrors es maravillosa en su música. Es un repaso a la historia de Estados Unidos a través de su música popular. Desde los grupos de Motown hasta el rock de Elvis Presley y con sonidos eléctricos que suplen a una gran orquesta a excepción del piano (Cosa que permanecía en la obra de Broadway original). Son canciones que fácilmente puedes escuchar por separado del proyecto y son muy pegajosas.
“Skid Row” me parece la mejor de todas, porque tienes una canción que habla sobre la gente que vive en estos barrios olvidados por Dios, en donde la vida no es fácil y están acostumbrados a la tediosa vida para traer el pan a la casa, entrelazando las historias de Audrey y Seymour con un tono maravilloso (esto también funciona en la película porque podemos percibir a estos ciudadanos atrapados en un laberinto de edificios que se unen a la coreografía y coro de estos dos personajes). “Somewhere That’s Green” nos habla sobre los profundos sueños rosados y esperanzadores de Audrey, y a pesar de mencionar a Betty Crocket y cena de microondas, tiene un tono que te llega de manera sentimental. Y por supuesto “Dentist!”, una de las mejores canciones de villanos en la historia del cine, interpretada con maestría por Steve Martin que aparece como un sádico dentista que disfruta inducir dolor a sus pacientes a ritmo de Elvis.
“Little Shop of Horrors” fue una película que vi un gran número de veces en mi infancia, incluso la llegue a ver en doble función con “El Show de Horror de Rocky” (aunque todos sabemos que esa película no se dejaba ver hasta que fui adulto). Era tan entretenida, y nunca entendí por qué nadie hablaba de esa película y sí se le tiene atención hacia otros musicales como Vaselina (Randal Kleiser, 1978) a la que no le encuentro lo fascinante. Esta es una película que interpreta de manera libre el concepto de Fausto, siempre a su beneficio porque nunca se vuelve dramática ni seria (aunque tiene sus momentos), sabe que es una película de una planta gigante y su principal interés es que muevas los pies y labios al unísono de sus canciones.
Y a mi parecer tiene un final feliz… uno que para mi sorpresa resulta que no era el original. El proyecto nunca estuvo completo para Frank Oz por el clímax, uno que incluye un destino cruel a nuestros personajes favoritos, y la dominación del mundo por parte de Audrey II y es GLO-RIO-SO.
Eso hace única a “Little Shop of Horrors”: Encima de ser un musical creativo y que aprovecha a sus actores, su puesta en escena y efectos especiales se da el lujo de tener 2 finales que cambian completamente la película y su tono, y cada uno es funcional
Depende de la audiencia y decidir cuál es el mejor final en una obra que no se menciona muy a menudo y que por desgracia no ha ganado adeptos que le avientan comida ni se disfrazan como uno desearía. Quizás nunca es demasiado tarde para eso ¿No creen?
https://www.youtube.com/watch?v=nWu1Q16AV5U