FESTEJA MÉXICO LIBERTAD DE PRENSA CON 86 PERIODISTAS ASESINADOS
Periodistas mexicanos que fueron secuestrados o amenazados en algunas zonas “silenciadas” por la criminalidad viven ahora exiliados en su propio país, prácticamente abandonados por las autoridades y con carreras truncadas.
Según publica LA JORNADA, Luis Cardona, un reportero del estado fronterizo de Chihuahua, fue raptado en septiembre del año pasado por un grupo de hombres armados luego de haber publicado un artículo precisamente sobre secuestros en el llamado “Triángulo Dorado”, una importante región productora de droga y ruta de trasiego hacia Estados Unidos. “Hice un reportaje sobre 15 levantados y ya no hubo más, yo fui el 16″, dijo a la AFP este periodista de 53 años.
“Pinche periodista, ¿te crees muy fregón, muy cabrón, te crees jefe?”, recuerda que le gritaban mientras, tirado boca abajo, recibía una miríada de patadas por parte de sus secuestradores. Escondido en un rincón de México que no puede revelar, Cardona cuenta vía telefónica que fue golpeado con una tabla durante media hora y luego azotado con un látigo hasta sangrar.
Le tomaron fotos, le pusieron una pistola en la sien, para finalmente tirarlo en una carretera bajo amenaza de asesinarlo si se atrevía a denunciar este hecho.
México conmemora este viernes el Día Mundial de la Libertad de Prensa con un triste récord en la región de 86 comunicadores asesinados y 18 más desaparecidos desde 2000, de acuerdo con Reporteros Sin Fronteras.
Según otra ONG, Artículo 19, el año pasado 15 periodistas se vieron forzados a abandonar sus hogares y ocultarse en otras zonas del país.
“Definitivamente se trata de un subregistro porque es un problema del cual aún no conocemos la dimensión”, aclara Ricardo González, director del programa de seguridad y protección de periodistas de Artículo 19.
La espiral de violencia que azota a México desde 2006, cuando el gobierno lanzó al Ejército a combatir a los cárteles narcotraficantes y frenar sus disputas, recrudeció los riesgos para los periodistas y convirtió a México en uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer esta profesión.
El miércoles pasado se conoció que un conductor de una televisión por internet, Gerardo Padilla Blanquet, se encontraba desaparecido desde el martes en Saltillo, la misma ciudad del norte de México donde un fotógrafo fue brutalmente asesinado la semana pasada.
Hace exactamente un año, en el anterior Día Mundial de la Libertad de Prensa, tres fotógrafos y una trabajadora de un diario del estado de Veracruz (este) aparecieron muertos con sus cuerpos mutilados.
Una semana antes había sido asesinada Regina Martínez, corresponsal del principal semanario del país, Proceso, en Veracruz, por quien el pasado 28 de abril pidieron justicia unas 250 personas que marcharon en ese mismo estado.
Víctimas de lo que escriben o saben En su nueva vida, Cardona ha empezado a escribir bajo seudónimo reportajes para un portal de Estados Unidos y esporádicamente escribe artículos por encargo.
Cardona fue víctima por lo que publicó, pero hay otros que “son asesinados por lo que saben, no por lo que escriben”, señala Emilio, nombre ficticio que utiliza otro periodista que salió hace casi un año de Veracruz tras el secuestro y asesinato de uno de sus colegas.
El día que encontraron el cuerpo descuartizado de su compañero en una bolsa de plástico “me entró una llamada al celular en la que decían que me iba a cargar la chingada” (lo iban a matar), dice mientras se frota nervioso las manos en un café de Ciudad de México.
Le advirtieron “que dejara de publicar cosas del cártel (narcotraficante) contrario” y a partir de ahí “decidimos apegarnos a lo institucional y publicar únicamente el boletín” oficial, explica el periodista.
Los casos de periodistas desplazados en México podrían ser más de 24, según periodistas refugiados en la capital mexicana, algunos adscritos a un programa del gobierno que les garantiza ciertas medidas de seguridad.
“Pero la subsistencia es muy difícil, hay muchas dificultades para encontrar trabajo. Hay un compañero que ha tenido que trabajar haciendo de payasito en los semáforos y otro haciendo tacos para poder comer”, señala Emilio.
El desplazamiento de periodistas da cuenta de la falta de mecanismos de autoprotección que existen en las mismas redacciones, pero sobre todo de la capacidad del Estado mexicano para garantizar la seguridad de los comunicadores, apunta Ricardo González.
“Dicen que tengo el síndrome de estrés postraumático. No le veo sentido a nada, no sé si ha valido la pena dar tanto a esta profesión. Le he dado hasta a mis amigos asesinados”, dice otro periodista, mientras bebe una cerveza con la mirada perdida.
Él es de los afortunados que ha podido seguir haciendo algún tipo de trabajo periodístico. “Me gustaría hacer otra cosa, pero no sé hacer nada más”, agrega aspirando el humo de un cigarrillo sin filtro.