CIUDAD DE MÉXICO.- Hoy se cumplen cuatro décadas de la premiere en Nueva York de una película que sería un éxito sorprendente, que ganaría el Oscar principal, que generaría una nueva estrella, y que además crearía imágenes icónicas, que se siguen usando una y otra vez.

Imágenes que están en la memoria colectiva, no de una generación sino de varias: la memoria compartida que genera el cine.

Si alguien sube corriendo unas escalinatas, piensa en Rocky, y tararea la extraordinaria música de Bill Conti.

Sylvester Stallone haría seis Rockys como protagonista y el personaje volvería a aparecer en Creed.

Por esa película Stallone estuvo nominado como mejor actor de reparto este año en los Oscars, y ganó el Globo de Oro.

Es decir, Rocky llegó de 1976 a 2016 con una vigencia en las salas de cine que muy pocas otras sagas han conseguido: en ese sentido, Rocky Balboa es comparable a Han Solo.

También en lo que significaron en las carreras de los actores que los interpretaron. Para Stallone, Rocky fue todo: por ejemplo la doble nominación al Oscar, como actor protagónico y guionista ; hasta ese momento, sólo Charles Chaplin y Orson Welles habían tenido esa distinción.

Y, además, lo logró con una negociación increíble para ser él el protagonista: es conocida la historia, Stallone no tenía un peso y le ofrecieron mucho por el guión para que lo interpretara otro actor, una estrella, pero su condición fue que él mismo tenía que interpretar al boxeador.

Una confianza en sí mismo, una resistencia, una fortaleza notables: por eso, entre otras cosas, es que siempre se ha comparado la historia de Rocky con la del propio Stallone. Ese que tuvo una oportunidad -más bien, se la hizo- y cambió su vida. Y también la del cine y la memoria colectiva. Y hasta la del turismo en Filadelfia.