LEON

Volvamos al pasado.

Es un día de 1998 y el joven Deus era un orgulloso “gusano de biblioteca”. Sus libros eran repasados una y otra vez, y esto era porque se su material de lectura se había acabado. Hambriento de más títulos porque le resultaba tedioso repasar su pequeña biblioteca una y otra vez, se acerca a los libros de su padre. Hay muchos, de todos los formatos y tamaños, los primeros que agarra son de medicina y tras darle un repaso no les entiende… pero las ilustraciones sí que resultaban interesantes. Entonces ve tres en particular, uno es rosado, y los otros dos comparten un tono naranja, los agarra y descubre que el rosado tiene en portada a una muchacha chupando una paleta, los que comparten el gen del color son igual de peculiares, uno tiene un germinado extraño y algo sobre almorzar desnudo, y el otro parece importante por ser de pasta dura. Decide cazar el de pasta dura y se encuentra con un tal Marqués de Sade y algo de una Justina. Esto le llama la atención y durante toda la tarde trata de leer este libro que se ve caro y peculiar, para después encontrar la mirada atónita de su padre cuando después del trabajo encuentra su colección de libros en el suelo y su crío está pegado a ese tomo que por de todos tuvo que elegir como su lectura.

“¿Por qué andas leyendo ese?” pregunta su padre, a lo que Deus responde que no tiene más libros que leer, tres días después y ya sin saber cómo le habría ido a esa mujer tan peculiar, se hace de una pila de libros que son su regalo de cumpleaños, próximo a venir en unos 5 días. Y de esos libros el más pequeño es uno llamado “El Principito”.

El principito fue un libro que devoré en un día, fascinado por sus ilustraciones pero hacia el final de este, una mezcla de tristeza y confusión trazaban mi mente, “Supongo que lo entenderé bien cuando sea adulto”, y ¿saben algo? es cierto, y sobre todo duele más. Creo que es un libro que debería ser leído por todo mundo: es fascinante y las metáforas que tiene dejan pensando sobre tu vida y la diferencia de opiniones entre dos mundos generacionales, en parte por una inocencia que no se ha resquebrajado, así que antes de lanzarte al cine te recomendaría hacerlo no cuesta mucho -y si no quieres pagar lo puedes leer gratis-, es fácil de encontrar y lo terminas hasta en un día.

Ahora, el trabajo de Antoine de Saint-Exupéry parece evadir adaptaciones, pero es caso contrario. Hay animes, ballet, orquesta, teatro y una adaptación fílmica que fue en 1974, de la mano de Stanley Donen, el director de “Charada” (1963). Nunca la pude ver en mi infancia a pesar de encontrarla muy seguido en donde rentábamos películas, y fue hasta años más tarde que comprendí el por qué: Papá odia los musicales, no iba a gastar su sábado viendo balbucear a la gente, y menos con un libro que también resultaría ser de su favoritos.

Pero hey, el trailer es de esos de los años 70’s que son bizarros y no ofrecen mucho sobre la película, diviértete.

 

Es por ello que una nueva adaptación suena a algo que nadie esperaba, y más tratándose de uno de los libros más queridos de toda la humanidad, pero algo me reconfortó un poco y eso fue el saber que Mark Osbourne estaba en la silla del director en esta adaptación. Para los que no saben Mark fue el encargado de hacer que la gente se tomara en serio un concepto como Kung Fu Panda. Entonces con una esperanza basada en sus trabajos previos, vi el Principito.

La película sigue la historia de una niña y su madre que es una “workaholic” y que quiere que su hija sea perfecta en todo. Le quiere tener asegurado un lugar en una escuela de renombre y según su plan si se mudan a un lugar cercano sus oportunidades de entrar se acrecientan. Mientras la mujer va al trabajo, la niña conoce a su vecino, que de inmediato no encaja con el ambiente de la colonia, pues vive en una casa colorida y rodeada de maleza. El hombre al darse cuenta de su vecina y deduciendo de su soledad le manda una hoja de papel en forma de avión. Esta niña al abrirlo encuentra un relato sobre un pequeño niño y su encuentro con un aviador, fascinada va con su nuevo amigo para descubrir más y más de la historia, mientras comienza poco a poco descuidar su vida tan estricta y que no la hace feliz.

 

Pero obtiene un peluche del zorro, lo cual es algo mejor.

Pero obtiene un peluche del zorro, lo cual es algo mucho mejor.

El principito no es una adaptación letra por letra de la novela, como se habrán dado cuenta con la sinopsis, es y funciona como una especie de secuela que le rinde homenaje al trabajo original. Quizás haya gente que odie esto, pero creo que hasta cierto punto la trama de la niña y su madre controladora van con el espíritu de la obra original, donde ciertamente hay una fobia a los adultos y su forma de pensar que resulta ser extremista. Lo que uno nota a primera estancia, es la calidad de la animación en el mundo normal; tan acostumbrados estamos de ver pasar por nuestras salas de cine películas animadas de otros países -y también del nuestro- donde la calidad no es soberbia, pero este no es el caso. Podemos ver con detalle la piel de los personajes y tienen un diseño simpático (sobre todo en el aviador), es una animación que compite con los grandes estudios.

Donde de verdad escupes las palomitas y te quedas anonadado es en los segmentos donde se relata la historia del principito.

Un stop motion con figuras construidas con papel y cartón donde los movimientos son fluidos. Debo admitir que mi sensibilidad como espectador a veces radica en la belleza de lo que uno está apreciando en pantalla, y El Principito con su bella animación me sacó una que otra lágrima, sobre todo teniendo como referencia el libro y las ilustraciones que parecen cobrar vida frente a tus ojos, te hacen sentir niño abriendo por primera vez esas páginas y descubrir al cordero y a la  boa con una sonrisa en tu rostro.

 

Una animación que te hace pensar en Freddie Young y su "Lawrence de Arabia" y a Las aventuras del príncipe Achmed por el estilo de la animación.

Una animación que te hace pensar en Freddie Young con su “Lawrence de Arabia” y a “Las aventuras del príncipe Achmed” por el estilo tan poco usual.

Me estaba encantando El Principito, desgraciadamente en su último segmento llega a un punto donde lo sentí innecesario y fuera del contexto sentimental que había estado formulando, parece salido de “Brasil” de Terry Gilliam; incluso me hizo pensar en ciertas cosas que omitieron y que gracias a este clímax que parece otra película ahora sentía faltantes y que pudieron tratar. La idea que tratan es atrevida e inteligente, y una que muchas veces nos hemos preguntado, pero se pudo haber tomado de otra forma… igual y no te escapas de sentir un golpe más a tu sentimientos.

Los que me conocen saben que no le tengo un gran aprecio a Hans Zimmer y en este caso, el compositor no trabajo en solitario. Si uno analiza los trabajos donde Zimmer tiene colaborador se dará cuenta de que en realidad no hace mucho trabajo en equipo; mientras el otro anda creando temas, Hans Zimmer explora con los sonidos -coff coff The Dark Knight coff coff- o funge como productor del proyecto… creo que es más de lo segundo. Sea el caso que sea, la música es fantástica; un tema de piano rápido se vuelve el tema de la niña y que refleja el mundo tan apurado en donde vive y hay un desbalance en su inocencia. Es en la historia del principito donde escuchamos temas con Celesta y Clave. El track final creo que refleja en total la esencia de la historia original, pues en algún punto vamos a tener que crecer, y se desenvuelve con una tristeza y muta en algo bello y optimista, es impecable. También son remarcables las canciones interpretadas por Camille, a quien conocemos por Rattatouille, de melodía pegajosa y ruidos infantiles, no es raro escuchar gente tararearlas al final de la función.

 

 

Francia no es ajena a películas animadas de calidad, pero creo que no esperaba nada de “El Principito”, por ello mi sorpresa. Mark Osbourne alejado de Dreamworks, alejado de Pixar o cualquier empresa grande hace una película que para empezar es casi imposible de adaptar, pero lo logra y se ve fantástica, verla en el cine y apreciar el arte y las secuencias -que aparentemente tienen una buena conversión al 3d- vale mucho la pena. A pesar de tener unos tropezones argumentales, deja un buen sabor de boca y no sale uno pensando en lo que pudo ser, ni tampoco en lo tediosa que fue… por lo menos para la mitad de la audiencia, porque había varios niños que no se sintieron apegados a la historia. Le adjudico su falta de atención y aburrimiento por la carencia de minions y chistes de pedos en la película.

Quizás los niños de hoy en día son menos susceptibles a estas películas que buscan sensibilizar, pero algo era cierto: Los más fascinados eran los adultos que de jóvenes -de cuerpo y alma- le abrieron su corazón a un peculiar niño que quería el dibujo de un cordero y que esa misma tarde los (nos) hizo lagrimear varias veces.

 

Depende de dónde te encuentres, podrás disfrutar la película al francés inglés o español. En esta ocasión valdría la pena verla de las tres formas, pues las tres versiones resultan atractivas con su selección de actores para las voces.

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