LEON

La historia detrás de El Movimiento de Benjamín Naishtat es sorprendente porque nos revela la pasión que este hombre desborda ante su labor. Tras haber ganado el premio del Festival de Jeonju – festival que se ubica en Corea del Sur– gracias a su ópera prima Historia del miedo (2014), Naishtat pone el dinero del premio para su siguiente proyecto. Cuenta con 90 mil dólares lo que lo obliga a ser más creativo y consiente de que su película será de corta duración gracias a los productores, y tomando inspiración en la historia de su país filma El Movimiento.

Yo tengo una afinidad por las películas del género Western, es mi debilidad, así que al ver el trailer de El Movimiento, de inmediato me visualicé en la pantalla viendo esa película a como diese lugar. Ni la advertencia de la lluvia movió mis deseos y las expectativas mías y de la audiencia estaban muy altas, por eso es que tras salir de la función dejé que el texto fluyera bajo la noción de revisión, porque estaba confundido.

El Movimiento es una película que nos narra el esfuerzo del misterioso hombre llamado “El señor” (Pablo Cedrón) quien, apoyado por dos sujetos incompetentes trata de convencer a diversos pueblerinos de que ayuden y se unan a “El Movimiento”, razón social para el cambio y ayuda de un país que lo necesita; a pesar de clamar a los cuatro vientos de que “El movimiento” no busca la violencia, “El señor” no es necesariamente la persona más confiable de todas, y no importa si tenga que matar o robar o mentir, todo es por el bien de su cruzada.

Desde el principio de la película se nos advierte con una palabra: anarquía, y es cierto, la anarquía es explorada por Naishtat. El aspecto de imagen es de 1:33 -básicamente un cuadro en la pantalla- y filmada a blanco y negro; los planos de los personajes son casi en su entereza de plano medio corto a menos de que quiera poner a escena un plano secuencia quieto en donde también percibes que no se explora el paisaje: el paisaje lo conforman los actores y lo que está cerca, si es que hay algo.

Y la anarquía también se explora en el tema central, porque Naishtat retrata a “El movimiento” como algo que no tiene una definición sobre qué debe de hacer, o por qué compite contra otro equipo (del cual nunca vuelven a mencionar), del por qué la violencia se propaga en todo lugar y de cómo al ir caminando por estos lugares desoladores -de los cuales nuestra referencia viene siendo auditiva por la música que parecen cañonazos- pueden encontrar nuevas víctimas. Ellos no huyen de la plaga y violencia sino que cuales jinetes apocalípticos la traen. Si la audiencia es aguda incluso podrá apreciar un elemento que constata que esto no es capturar la historia de hace más de 200 años, sino que el mensaje es agudo hacia nuestros tiempos.

Por este mensaje de caos y violencia, me encontré con una película que por sus temas temas me recordaban a Meridiano de Sangre, aquel gran libro de Cormac McCarthy que habla de un grupo de hombres salvajes liderados por un misterioso hombre. Claro que hay una diferencia entre el Juez Holden “El Señor”Pablo Cedrón es soberbio como “El señor”. No es imponente y dudo que sea un buen líder y siempre logre su cometido, pero ten por seguro de que lo va a intentar hasta el final. Es un grotesco personaje que siempre capta la atención cuando da sus discursos ante un grupo de personas más que ignorantes de entre los cuales los más estúpidos terminan siguiéndolo.

Desgraciadamente, o afortunadamente, El movimiento se consume en su mensaje propagandístico de discordia y confusión política. Hay un incesante deseo de parte de los realizadores de cortar escenas a negros que duran unos segundos, y esto no es en un par de ocasiones: es toda la película. A veces las escenas duran apenas unos segundos y pasan a este corte que conforme pasa el tiempo va desesperando a la audiencia. Y me refiero a esta situación como un 50% y 50% porque de ser las intenciones de Benjamín Naishtat pobló en su totalidad a la película con un pesimismo acalorado de una ignorancia que causa que la audiencia se confunda y termine por odiar la película.

Al momento de salir de la sala, lo hice con calma, me mantuve durante toda la película y me sorprendió ver gente saliendo de la sala de cine refunfuñando, pero ahora que digiero lo acontecido puedo percibir la capacidad del director a la hora de hacernos sentir repudio sin llegar a lo gráfico, y pocos ya logran hacer eso y bien. Felicidades a Benjamín Naishtat.

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