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BAD MOON RISING / por: Gerardo Mares

Bad Moon Rising es una rola del grupo californiano Creedence Clearwater Revival y que fue utilizada como “interludio” para ambientar de forma irónica, el tedio de un turista gringo dentro de un departamento londinense, escena que antecede a la espantosa transformación de David Kessler en hombre lobo.

Este apunte entre mordaz y paródico, se filtrará a lo largo de todo el metraje de Un Hombre Lobo Americano en Londres, una película de terror exhibida con descomunal éxito en las pantallas de la ciudad y que además de revolucionar el rubro de los efectos especiales, presentó una inusual mezcla de elementos dramáticos que anticipó a toda la vertiente de mitos del horror que fueron reinventados y homenajeados durante la década de los ochentas, enriqueciendo la evolución de un género por caminos humorísticos que anteriormente solo se habían insinuado.

La película dirigida por John Landis, parte de un mito folclórico para desarrollar una tesis bastante inquietante y que interesó a varios realizadores de probada solvencia en el fantástico moderno: la bestialidad inherente de la raza humana (Altered States. Ken Russell. 1980), una especie de monstruo oculto debajo de la piel (La Mosca. David Cronenberg. 1986) y que puede a salir a flote violentamente, ya sea desde la profundidad de nuestra psique (Scanner. David Cronenberg. 1981), de los intersticios del tuétano humano (La Cosa del Otro Mundo. John Carpenter. 1982) e incluso de la serenidad sepulcral de nuestros muertos (El Regreso de los Muertos Vivientes. Dan O’Bannon. 1986).

Así, la pareja protagónica, un par de mochileros universitarios entran sin saber, desde la bucólica secuencia de apertura, en un ambiente malsano, una lúgubre campiña en los confines de la civilización y que parece olvidada en el tiempo, regida además, por la gélida mirada de la escultura del Ángel de la Muerte, una presencia ominosa que aparece sólo dos veces en el film pero que se erige en un personaje fundamental para la elaboración atmosférica y que parece advertir a los forasteros, de la pesadilla que se avecina, del estigma que cargaran a cuestas por penetrar a un mundo que alberga la representación de un temor colectivo en una provincia casi feudal; comunidad rural capaz de crear y solapar a una bestia voraz: el hombre lobo.

Jack y David son atacados por el monstruo en un oscuro páramo, quedando gravemente herido David, quien observa de reojo el cadáver destrozado de su amigo, en una secuencia que estremece por su virulencia.

Con este sangriento hecho, se cumplirá el terrible adagio de una maldición que se transmite por generación. Trasladado a Londres para su recuperación en un hospital más adecuado, Jack se hace presente en la forma de un no muerto, una especie de zombi parlanchín que suplicará en vano a su amigo para que se suicide y terminar para siempre con la execración que convertirá a David en el depredador nocturno, y así Jack pueda descansar en paz en su tumba…

Etiquetada por varios críticos de mirada limítrofe como una comedia loca con trazos de horror, el filme más bien transmite un aliento trágico en el marco de una historia de terror-romance juvenil con cierta dosis de humor burlón.

Es quizá esta desaforada mezcla de tonos lo que desconcertó en un principio a la audiencia provocando una incómoda sensación de digresión; pero el ambiente onírico y de terror está puntualizada por la excelente música ambiental a cargo de Elmer Bernstein, logrando que la dirección de Landis no perdiera el rumbo por completo.

A gusto en esta visión desmitificadora (no existen balas de plata, gitanas, brujería de quinta ni otras cosas por el estilo), los productores se regodean con varias secuencias de antología, sobresaliendo por lo terrible y explicito del dolor, la impactante y aún asombrosa transformación de David en el licántropo, secuencia perfectamente iluminada en planos descriptivos, metamorfosis orquestada en el aspecto técnico por Rick Baker.

Con un sobresaliente manejo del suspenso para un director más bien habituado a trabajar en comedias desopilantes, la insalubre propuesta de la producción se enfatiza con la continua descripción de la descomposición del cuerpo de Jack y con las vísceras expuestas al aire de varias de las víctimas, escenas grotescas no habituales en una producción de estudio.

Convertida en un clásico del terror, la influencia de la cinta se percibirá en otras producciones que intentaron calcar sus propuestas estéticas, y en menor medida, el viraje hacia la reformulación paródica.

Pero sin duda la gran aportación de Un Hombre Lobo Americano en Londres fue la de actualizar a manera de homenaje la figura de un icono del terror, otorgando relevancia a un mito que en los años de gloria de la Universal Pictures y la no menos célebre Hammer Films, no había pasado de ser una creatura de segunda división.

Un Hombre Lobo Americano en Londres (An american werewolf in London)/ D y G: John Landis/ F en C: Robert Paynter/ E: Malcolm Campbell/ M: Elmer Bernstein/ Con: David Naughton, Griffin Dunne, Jenny Agutter, John Goodvine, David Schofield, Brian Glover/ P: PolyGram Filmed Entertainment, Lycanthrope Films. EUA. 1981

Gerardo Mares: Crítico de Cine y Reseña Musical en la Revista 012, el portal de noticias Ruta Bjx y Contrapunto News.

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