Hay una regla oscura que muchos realizadores siguen al pie de la letra: nunca hagas películas con niños o con animales; de los primeros es por la lógica de que son muy difíciles de guiar de manera actoral (aunque seamos honestos, se puede), aunque no tanto como los segundos. Un niño te va a responder de manera muy primitiva o inmadura sobre tus órdenes pero esperar de eso en un animal es algo mucho más complicado. Por lo complicado y el posible “golpe bajo”hace que un director no decida hacer estas películas y es entendible, hay miles de bazofias, pero por cada “Perro Robot”, “Ratón Espía” o “Gato Kung Fu”… hay un Babe.
En 1985 George Miller -director de la saga de Mad Max- se hizo de los derechos de un libro llamado “The Pig Sheep”, escrito por Dick King Smith en 1983. Miller quedó fascinado con la historia, pero por más que intentaba sacar la versión fílmica el proyecto no veía la luz de inicio, debido a que no existía la tecnología para hacer que los animales que hablan se vieran creíbles… claro, Mr. Ed probó que si les pones crema de maní hablan, pero la idea de gastar tanta crema de maní no satisfacía a Miller. Tendríamos que agradecer a “Jurassic Park” (Steven Spielberg, 1993) y su revolución de efectos que nos hizo posible crear lo que fuera en una película. De ahí que el proyecto añorado de Miller pudiese realizarse por fin, aunque en esta ocasión sólo como productor y guionist dejando como director a Chris Noonan, es un misterio la razón por la que no fungió como director sabiendo lo mucho que peleó por la película, pero así pasa sería tiempo después donde la pasión de Miller por la historia y los personajes mutaría en una secuela.
En un matadero, conocemos a Babe (Christine Cavanaugh) un lechón que tras perder a su madre es puesto en un saco para ser el premio de una feria rural. A esta feria asiste el matrimonio Hoggett. Arthur Hoggett (James Cromwell) se acerca al puesto donde Babe es el premio, y tras cruzar miradas surge algo entre los dos, por lo que obviamente concursa y gana. Babe aprende a vivir en la granja, sus reglas, y comienza a tener amistades como la de Fly (Miriam Gargolyes) una pastora ovejera que comienza a inculcar a Babe como si fuese su hijo adoptivo. Esta relación de madre/hijo llama la atención de Arthur, quien ve que el cerdo es bastante hábil a la hora de cuidar animales.
El primer acercamiento que tuve con Babe no fue leyendo su novela original o la película, fue gracias a que en ese tiempo había leído “Rebelíon en la Granja” y “La Telaraña de Charlotte”, dos libros que siguen siendo de mis favoritos -desconozco si esta etapa porcina le haya pasado a otra persona, háganmelo saber- los dos libros si bien son diferentes me dejaban soñando con este mundo de granjas y en donde los animales tienen una percepción de cómo somos los humanos y la simbiosis que forma parte de estos lugares. Tras eso me encontré con Babe; y hoy a 20 años de su estreno sigo pensando que es una película perfecta, algo más allá de una simple película que ves de manera religiosa.
Lo primero que se da a notar en Babe es el bellísimo trabajo de fotografía del fallecido Andrew Lesnie; el perfecto manejo de luz y sombras da un acabado visual que bien ocuparía una ilustración de un cuento para niños, mitifica el concepto de una granja similar a la comarca de los Hobbits (de la cual también fue encargado), embellece a los animales y a los humanos -a excepción de Arthur- los vuelve grotescos, como los saleros y pimenteros de mal gusto que encuentras en los bazares.
James Cromwell da la actuación de su vida -déjenme explicar el por qué- como un anciano gruñón y de pocas palabras pero de noble corazón, uno que vive con su esposa regordeta roja y dominante y que le da una oportunidad a un cerdo, el más desposable de los animales de la granja. Tomando en cuenta de que la mayoría de su trabajo es con animales y animatronics, el que nos genere sentimiento con sus ojos y las pocas frases que dice, es algo digno de remarcar y por lo que fue nominado a un Premio de la Academia.
Los efectos de Babe permiten hacernos creer que un animal puede hablar, salvo ciertas instancias de noche en las que las bocas parecen tener otra iluminación, los efectos siguen perdurando y siendo asombrosos, y es porque Babe dispone de los efectos en CGI cuando son necesarios, en otras ocasiones hace un buen uso de marionetas, y el entrenamiento con animales que es perfecto, ya que llegan, se huelen, interactúan con otros animales y todo de manera natural. Babe es un personaje dulce, y uno con el que sigue la tendencia del “pez fuera del agua, personaje que no está en su ambiente, pero lo vemos crecer y superar a este. Similar a Mowgli, Tarzán, Rocky o incluso Superman; obvio no necesita de poderes para engancharnos, su actitud y su enternecedora voz otorgada por la fallecida Christine Cavanaugh son suficientes, es un personaje que nos hace sentir empatía dada su situación y la bondad que transpira a sus allegados, pienso seriamente en Babe como uno de los mejores héroes en la historia del cine…. sí, un puerco está a la par de Indiana Jones o Atticus Finch (o predilectos, para que no me armen tanto escándalo).
Originalmente Jerry Goldsmith estaba encargado de la música para la película, pero por conflictos con Miller quedó fuera y entró a su lugar Nigel Westlake; Westlake hace un trabajo excelente, pues aparte de presentar el tema de Babe con la canción “If I Had Words”, tema triunfal que hace que las odiseas de un cerdo sean las mejores que hemos visto; encima de eso se da el lujo de tener momentos tétricos y espeluznantes, razón por la cual fue elegido para hacer la música e identidad sonora de la película.
Es una lástima que el score de Westlake sea difícil de encontrar y encima de eso tuvieron la maravillosa idea de ponerle diálogos encima… supongo que eso lo hace un auténtico soundtrack pero puede ser molesto para los puristas, la música persiste pero hay distractores.
Babe es una película que no tiene miedo de presentar momentos dramáticos y pesados, en los que la atmósfera de fábula se puede volver amenazadora -la escena con el gato es increíblemente amenazadora por los elementos que caen como anillo al dedo- pero eso es increíble en una película para niños que no los trata como estúpidos y decide poner estos momentos que encima son la vida cotidiana. Fracasamos, tenemos miedo, dudamos, pero siempre habrá gente a nuestro lado para demostrarnos que no ha que tenerle miedo al fracaso ni al intento, ese mensaje permanece en Babe a 20 años, y como un vino se pone cada vez mejor, ojalá y llegue el momento en el que podamos apreciarla como el gran clásico que es, estoy seguro de que cada persona que laboró en el proyecto está orgullosa de este, así como nosotros como audiencia.