CIUDAD DE MÉXICO.- Durante el primer debate entre los candidatos presidenciales se percibió, por primera vez, a un Andrés Manuel López Obrador (MORENA) incómodo, acorralado y evasivo.

Incómodo, porque fue cuestionado sobre su pasado en la “mafia del poder” y el nepotismo en su partido. 

Acorralado por su propuesta de amnistía a los delincuentes que no termina de aclarar, y evasivo en temas como la propuesta del Bronco para regresar todo el financiamiento público de su partido. 

Ricardo Anaya (PAN) se consolidó como el segundo lugar en la contienda, arrinconando a López Obrador con sus incongruencias de haber pertenecido a la “mafia del poder” y la inclusión de personajes claves de esa “mafia” en su gabinete y en sus listas de plurinominales. 

Pero además, le ganó la partida al candidato del PRI, al posicionarse como el único que puede pelearle la presidencia a López Obrador. 

En el debate se percibió también a un tibio y rotundo perdedor José Antonio Meade (PRI), sin conexión y poco emotivo. 

Sin embargo, sí rasguñó a López Obrador lanzándole el tema del nepotismo en MORENA y al poner en duda su patrimonio al ocultar tres departamentos que, por cierto, terminó regalándole.

Vimos a una Margarita Zavala trabada e intrascendente y en ocaciones incapaz de hilar ideas. 

Margarita también se vio completamente incapaz de deslindarse del gobierno de su marido Felipe Calderón (PAN) y de defender su estrategia de seguridad. 

Y, finalmente,  a un Bronco bruto y radical con propuestas como las de “mocharle” la mano a los corruptos y militarizar a las preparatorias.